El pasado 16 de noviembre, en la magnífica sede de Facta en Madrid, se celebró una velada que habría de grabarse con letras de oro en los anales de la comunidad. Desde Santander llegó el cantante patriota conocido como Días de Épica, quien, armado únicamente con su fiel guitarra, ofreció un recital acústico cargado de emoción y sentido.
El salón, cálidamente iluminado y colmado de rostros expectantes, se convirtió en un santuario de unión y fervor. Al escenario subió el artista, solo, con la estampa serena de quien conoce la fuerza de su repertorio. Tras unas palabras de gratitud dirigidas a los presentes, rasgó las primeras notas, y el eco de sus acordes se elevó con la misma solemnidad que los estandartes que adornaban la sala.
Los asistentes, conocedores de cada estrofa, acompañaron con sus voces al trovador, especialmente en los estribillos de aquellas composiciones que, como himnos no escritos, vibraron en los corazones. La guitarra, sencilla pero elocuente, emitió las melodías que cada uno sentía como propias. Hubo momentos de recogimiento, donde la emoción arrancó suspiros contenidos, y otros de júbilo, en los que el público se entregó al cántico como quien invoca los lazos invisibles que lo unen a sus iguales.
Cuando la última nota se extinguió, la ovación fue clamorosa. Pero la noche no terminó ahí. Los asistentes, fieles a su espíritu de camaradería, se quedaron compartiendo en la sede impresiones, risas y reflexiones.
Aquel encuentro no fue solo un concierto, sino una celebración de los valores y las emociones que hermanan a quienes comparten un ideal. Quienes estuvieron allí llevarán consigo el recuerdo de esta velada, una noche en la que la música y la comunión de almas fueron la esencia misma del momento.